
El 1° de mayo de 2025 dejó más que una sesión legislativa. Dejó una sensación de déjà vu
. El gobernador Raúl Jalil ofreció un discurso que, para cualquier observador atento —o simplemente con buena memoria—, sonó sospechosamente parecido al del año anterior. No solo por las palabras, sino por la estructura, las promesas recicladas y, especialmente, por los silencios.
Pero esta vez, hubo un condimento adicional: la inclusión de dos temas que, por su peso institucional, merecen algo más que una mención superficial. La Reforma Judicial y la convocatoria a una Reforma Constitucional aparecieron como insertos de último momento, como si el discurso necesitara un toque de "gravedad" institucional. Sin embargo, el tratamiento fue tan liviano que cualquier abogado constitucionalista —o cualquier lector mínimamente informado— podría señalar con facilidad las contradicciones, las vaguedades y hasta algunas inconsistencias que rozan lo inconstitucional. No hay estrategia sin contenido. Y sin contenido, hay improvisación.
Ahora bien, si la propuesta oficialista pareció una repetición, la respuesta opositora no fue menos previsible. Como si se tratara de una escena cuidadosamente ensayada, los legisladores de la oposición hicieron su aparición justo antes del inicio de la sesión. No fue casual. Tampoco fue sorpresa. Cada uno traía su libreto aprendido, algunos desde semanas atrás: Hugo Ávila denunciando la connivencia del Poder Judicial con el Ejecutivo, Tiago Puente señalando la corrupción estructural, Natalia Herrera con su eterno reclamo por la educación y Silvana Carrizo con su ya clásico señalamiento hacia el sistema de salud y OSEP. Adrián Brizuela, por su parte, trajo la impronta libertaria al escenario y acusó al gobernador de mentir, casi como un mantra.
El problema no es que falten razones para criticar. En muchos casos, la oposición tiene razón. El problema es que esas razones se repiten con tal automatismo que corren el riesgo de perder fuerza. ¿Qué pasa cuando la crítica se convierte en rutina? ¿Qué ocurre cuando el gobernador escucha (o finge escuchar) pero nunca responde? ¿Y qué hacemos cuando la oposición parece hablarle más a sus redes sociales que a la sociedad?
La realidad es que tanto oficialismo como oposición parecen atrapados en una obra de teatro con el guion gastado. Jalil avanza, como si las voces críticas fueran solo ruido de fondo. Y la oposición, incapaz de torcer el rumbo, se vuelve un coro con argumentos ciertos, pero predecibles.
¿Tiene razón la oposición? Sí, muchas veces la tiene. Pero la pregunta más difícil es: ¿y ahora qué? Porque si todo sigue igual, el próximo 1° de mayo solo cambiará el año en el encabezado. Y seguiremos hablando de discursos repetidos, reformas superficiales, críticas desoídas y una política que se parece, cada vez más, a una historieta con personajes fijos, sin evolución.


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