¿Herencia o despedida?: el dilema de Raúl Jalil y el costo político de gobernar por decreto

OPINION 06/05/2025Redacción El AmbatoRedacción El Ambato

¿Herencia o despedida? Jalil se juega el legado en medio de decretazos, polémicas y blindajes a futuro
En Catamarca se gobierna por decreto. Sin rodeos, sin consensos, sin discusión pública. Y a esta altura, ni siquiera con demasiada explicación. El gobernador Raúl Jalil ha optado por avanzar en reformas institucionales clave, como la creación de la Defensoría del Pueblo y la modificación del Tribunal de Cuentas, por la vía rápida: el decreto. ¿Modernización del Estado o una retirada con blindaje?

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La designación de Dalmacio Mera al frente de un organismo recién creado y sin presupuesto —que debería ser validada por dos tercios del Senado, pero que Jalil firmó a su antojo— deja demasiadas preguntas abiertas. ¿Qué urgencia había para semejante movimiento? ¿Qué sentido tiene crear una Defensoría del Pueblo sin fondos ni debate parlamentario? Todo parece responder más a necesidades políticas que a políticas públicas.

Pero lo más grave es el mensaje: los acuerdos democráticos pueden saltearse si molestan. Si el Senado no convalida, se impone por decreto. Si no hay discusión, mejor. El oficialismo concentra poder y avanza. Y en el camino, deja a la oposición desdibujada, a la ciudadanía sin participación y al sistema de control institucional reducido a una caricatura.

Ahora bien, si esto es parte de una despedida de Jalil, como muchos intuyen, la pregunta inevitable es: ¿qué tipo de herencia le deja al próximo gobernador? Porque todo indica que el peronismo quiere que ese próximo sea Gustavo Saadi, actual intendente capitalino. Pero, ¿está Saadi dispuesto a asumir un gobierno condicionado por organismos creados a las apuradas, con cargos de una década y sin legitimidad de origen? ¿O va a tener que cargar con el costo de un poder judicial y de control colonizado por los decretos de su antecesor?

La eliminación del ENRE, el avance sobre el Tribunal de Cuentas y ahora esta Defensoría del Pueblo con nombre y apellido ya definidos, son señales claras. Raúl Jalil no está construyendo institucionalidad. Está blindando posiciones. Y si dentro del peronismo aún creen que el poder es eterno, convendría recordar lo que pasó con el Frente Cívico y Social: un día la gente se cansó. Y lo que parecía una hegemonía sin fin, terminó sepultada por Lucía Corpacci. ¿Está el actual oficialismo siguiendo los mismos pasos, con los mismos vicios, y creyendo que el resultado será distinto?

Jalil tiene dos caminos. Puede optar por irse como un gobernador que fortaleció la institucionalidad, incluso en su salida. O puede jugar a perpetuar una estructura de poder detrás de escena. Lo cierto es que hoy el gobernador tiene el lápiz, la firma, y el poder. Pero no tiene margen para equivocarse.

Porque si lo que viene es una transición hacia Saadi, el campo de juego que le dejan no parece fértil. Parece minado. Y si en el camino Catamarca pierde calidad democrática, el costo no será solo político. Será histórico.

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